REFLEXIONES TERAPÉUTICAS PARA INICIAR LA SEMANA CON LA INTENCIÓN DE VIVIR EL PRESENTE Y ASPIRAR A UNA VIDA PLENA CON SENTIDO

No desesperes y dejes la meditación si no ves resultados inmediatos, los beneficios se van cultivando casi imperceptiblemente…

Uno de los mayores obstáculos que surgen cuando empezamos a meditar es la impaciencia. Paradójicamente, es una de las cualidades que más podemos desarrollar al practicar Mindfulness. Hay distintas versiones de impaciencia: muchas personas dejan la práctica sin apenas haberle dado una oportunidad por no ver cambios instantáneos, mientras que otras perseveran y continúan practicando con cierto escepticismo pensando que no les está haciendo efecto, cuando es evidente para los demás su transformación.

Este fin de semana en el inicio del grupo de “Sábados Mensual”, después de todo el verano sin vernos, pusimos en común las dificultades con las que nos hemos encontrado a la hora de continuar con la práctica y también, como siempre preguntamos al trabajar la conciencia plena, ¿de qué nos habíamos dado cuenta? Una de las participantes nos sorprendió gratamente, pues muchas la conocían del Grupo de Iniciación y recordaban en qué situación se encontraba en sus inicios. Generosamente compartió con el grupo cómo habiendo pasado por una situación reciente, tremendamente dolorosa, sentía que algo había cambiado en ella que no se podía explicar. Tenía buen aspecto y decía que “conociéndose”, en otras circunstancias se estaría medicando…que reconocía que no estaba bien, pero que sabía sostener su sufrimiento de otra manera. La gracia estaba, además, en que no había sido consciente de esa evolución tan íntima y personal y al contarlo, ella misma se asombraba.

Como ya hemos dicho muchas veces, hay que esforzarse en ponerse a meditar, porque nuestra mente nos va a intentar convencer de lo contrario si no nos apetece. Una vez sentados, no hay que forzar la práctica: es un fluir que a veces incomoda, a veces agrada y a veces nos resulta muy difícil. Nunca se sabe, porque cada día estamos de distinta manera. La cuestión es meditar sin estar “a la espera de resultados”, al revés de cómo nos siguen educado en la competitividad laboral y personal cotidiana.

Practica, pues, y riega tus semillas a diario, los resultados brotarán espontáneamente sin que los persigas…

“…Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento.”.
Metáfora del bambú japonés